En el siglo XXI se reconoce a la burocracia como un obstáculo al desarrollo. Lo que hace medio siglo era considerado como un medio de control o una necesidad, es hoy en día visto como un bache que hay que franquear para poder avanzar. Por eso medios como The Economist, quizás la revista sobre economía de mayor prestigio a nivel mundial, le dedica constantemente artículos. En su versión online hay uno titulado A plague on small businesses.
Comenta que en el mundo ideal de los burócratas, nunca nadie hace nada: nadie abre negocios, nadie se cambia de nombre, nadie vende inmuebles, etc. La gente está tranquila y se limita a pagar impuestos. Por supuesto que un mundo así nunca progresa ni se desarrolla.
Comenta además cómo hay sociedades en las que los trámites burocráticos hace tiempo dejaron de ser importantes. Por ejemplo, en la tradición anglo-sajona ni siquiera tienes que avisarle al Estado que te has cambiado de nombre, a menos que uses ese nuevo nombre para ganar dinero de manera deshonesta. Tanto así que un tipo que tenía un nombre difícil de recordar como Anthony Lynton-Blair pudo cambiárselo a Tony Blair sin hacer un sólo trámite.
Eso es, porque el Estado confía en sus ciudadanos. No como nuestra ASP confía en nosotros, claro. Para poder inscribir a un grupo scout se tiene que pasar por un penoso proceso que desafía todos los criterios modernos de reducción de la burocracia. Por ejemplo, un principio básico es que no se pida lo mismo dos veces. No obstante, a uno le hacen llenar un exhaustivo archivo de excel con montones de datos puntuales de los chicos y de los dirigentes... Para después pedir nuevamente los mismos datos en otro archivo de word. Esto es un crimen contra la eficiencia. Que no sorprenda, entonces, que ya estamos más allá de la mitad del año y aún haya un montón de grupos que no terminan su inscripción.
Comenta además cómo hay sociedades en las que los trámites burocráticos hace tiempo dejaron de ser importantes. Por ejemplo, en la tradición anglo-sajona ni siquiera tienes que avisarle al Estado que te has cambiado de nombre, a menos que uses ese nuevo nombre para ganar dinero de manera deshonesta. Tanto así que un tipo que tenía un nombre difícil de recordar como Anthony Lynton-Blair pudo cambiárselo a Tony Blair sin hacer un sólo trámite.
Eso es, porque el Estado confía en sus ciudadanos. No como nuestra ASP confía en nosotros, claro. Para poder inscribir a un grupo scout se tiene que pasar por un penoso proceso que desafía todos los criterios modernos de reducción de la burocracia. Por ejemplo, un principio básico es que no se pida lo mismo dos veces. No obstante, a uno le hacen llenar un exhaustivo archivo de excel con montones de datos puntuales de los chicos y de los dirigentes... Para después pedir nuevamente los mismos datos en otro archivo de word. Esto es un crimen contra la eficiencia. Que no sorprenda, entonces, que ya estamos más allá de la mitad del año y aún haya un montón de grupos que no terminan su inscripción.
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