Cualquier cinéfilo se debería de haber dado cuenta de que los norteamericanos tienen una obsesión con el debate. Todo lo arreglan discutiendo y exponiendo sus ideas, que es un legado que les ha quedado de la tradición histórica de ese país.
Por 24 años en Vermont se ha ubicado el World Debate Institute, el cual según el New York Times es el taller básico para el cerebro y la libre expresión. Se dedican a hacer encuentros, a brindar becas, a promocionar el debate responsable y a publicar material que ayude a enseñar cómo es que se discute como adulto.
Dado que en la rama mayor se tiene que fomentar el debate, me pareció interesante que en la página web de este instituto brindaran material acerca de cómo se debe llevar a cabo una discusión. Es más, analizan debates famosos en la historia de ese país, como los de Lincoln o los de Kennedy (ambos maestros del debate).
Me pareció particularmente chévere un libro que cuelgan enteramente en su página web, titulado Introduction to the way of reason. Ahí se explica cuáles son los límites del debate y cómo se debe desarrollar. En su página 13 ofrece el Código del que Debate. A lo mejor le es útil a alguien en su clan.
Por otro lado, sobre la base de las discusiones que he tenido en mi vida como dirigente, me llamó la atención dos elementos de este código. Primero, que deja en claro, al igual que en el resto de ese libro y de todo el material que se exhibe en su website, que cuando uno discute tiene que tener en claro que lo más probable es que durante el debate ambas personas adapten sus posiciones. Una persona que no sabe ceder en lo más mínimo, que no sabe aceptar nuevos argumentos e información no debería discutir. Y dedicarse a archivar inscripciones o a tipear numeritos. Pero bajo ninguna circunstancia una persona de esas debería ser dirigente (especialmente de rama mayor) o dedicarse a intentar convencer a otros dirigentes de cómo es que se hacen las cosas.
Segundo, que en ningún momento te dicen que una persona apasionada lleve a un mal debate. Es más, al hablar de Lincoln o de otras personalidades históricas que se dedicaron a discutir con autoridades o con otras personas, resaltan su pasión y su amor por el tema del debate. Por ejemplo, Martin Luther King. La pasión es un elemento clave de todo líder. Y querer descalificar a una persona que hace una crítica o manifiesta su posición con pasión va en contra de los principios de un debate responsable.
Frases como "yo no discuto con locos" o "anda cálmate y después me hablas" no vienen al caso. Quizás sí, si es que la persona además de apasionada está molesta o qué sé yo. O si está ofendiendo a gente. Pero eso es otra cosa.
Por 24 años en Vermont se ha ubicado el World Debate Institute, el cual según el New York Times es el taller básico para el cerebro y la libre expresión. Se dedican a hacer encuentros, a brindar becas, a promocionar el debate responsable y a publicar material que ayude a enseñar cómo es que se discute como adulto.
Dado que en la rama mayor se tiene que fomentar el debate, me pareció interesante que en la página web de este instituto brindaran material acerca de cómo se debe llevar a cabo una discusión. Es más, analizan debates famosos en la historia de ese país, como los de Lincoln o los de Kennedy (ambos maestros del debate).
Me pareció particularmente chévere un libro que cuelgan enteramente en su página web, titulado Introduction to the way of reason. Ahí se explica cuáles son los límites del debate y cómo se debe desarrollar. En su página 13 ofrece el Código del que Debate. A lo mejor le es útil a alguien en su clan.
Por otro lado, sobre la base de las discusiones que he tenido en mi vida como dirigente, me llamó la atención dos elementos de este código. Primero, que deja en claro, al igual que en el resto de ese libro y de todo el material que se exhibe en su website, que cuando uno discute tiene que tener en claro que lo más probable es que durante el debate ambas personas adapten sus posiciones. Una persona que no sabe ceder en lo más mínimo, que no sabe aceptar nuevos argumentos e información no debería discutir. Y dedicarse a archivar inscripciones o a tipear numeritos. Pero bajo ninguna circunstancia una persona de esas debería ser dirigente (especialmente de rama mayor) o dedicarse a intentar convencer a otros dirigentes de cómo es que se hacen las cosas.
Segundo, que en ningún momento te dicen que una persona apasionada lleve a un mal debate. Es más, al hablar de Lincoln o de otras personalidades históricas que se dedicaron a discutir con autoridades o con otras personas, resaltan su pasión y su amor por el tema del debate. Por ejemplo, Martin Luther King. La pasión es un elemento clave de todo líder. Y querer descalificar a una persona que hace una crítica o manifiesta su posición con pasión va en contra de los principios de un debate responsable.
Frases como "yo no discuto con locos" o "anda cálmate y después me hablas" no vienen al caso. Quizás sí, si es que la persona además de apasionada está molesta o qué sé yo. O si está ofendiendo a gente. Pero eso es otra cosa.
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