jueves, 24 de enero de 2013

¿VEINTE MIL METROS CUADRADOS AL TACHO?


Tomado de Huerequeque N° 301 del 18 de enero de 2013

Dirigido por César Orrego Calderón
Hay un dicho que reza: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”. Bien cae para la ocasión y el tema que nos ocupa hoy, sobre los veinte mil metros cuadrados de terreno que el escultismo lambayecano consiguió para un proyecto que, en ese momento, iba ser el primero en su género a nivel nacional. Por suerte, de ése terreno, aún estamos vivos y conocemos, muy de cerca, la vía crucis para su adquisición, es por ello que aún lo amamos a diferencia de las personas que hoy se encuentran al frente, sin idea de su importancia histórica.

Sé, que el presente reportaje va a ocasionar una serie de comentarios; sé, que traerá mucha cola; pero también sé que permitirá despertar conciencias limpias de personas generosas, para no dejar que se tire por la borda un proyecto que costó sudor, lágrimas y esfuerzos para conseguir, en esos buenos tiempos, veinte mil metros cuadrados de terreno para una institución juvenil que, aún se encontraba en pañales, en nuestro querido Chiclayo.

Después que muchos intentaron sembrar la semilla del escultismo en Chiclayo, sin suerte y en tierra árida, surge un hombre futurista como el recordado Padre Juan Tomis Stack que, en 1968, en una tierra fértil que lo venía preparando –su parroquia- siembra la verdadera semilla del escultismo y brota a caudales como un milagro del Señor.

Años van, años vienen, la semilla del escultismo que sembró en su propia parroquia, el recordado Padre Juan, brota, se expande por otros lugares y rincones de Lambayeque. En escasos siete años (1975) ya se contaba con trece grupos scouts, éstos fueron, en Chiclayo: 32, 48, 65, 148 y 178; Pomalca 38; Lambayeque 62; Ferreñafe 88; Pucalá 113; Pátapo 128; Chongoyape 138; Batan Grande 192 y Monsefú 198. Es allí donde nace la idea de contar con un lugar propio para desarrollar talleres, proyectos, campamentos, cursos, seminarios; pensando siempre en mejorar la calidad de vida de la niñez y juventud lambayecana; era el ideal del Padre Juan.

Un día de abril, conversando con P. Juan, a solas, le digo “P. Juan, los Grupos van creciendo, se hace necesario contar con un terreno para nuestras propias actividades”, me responde “¿Pero hombre, qué podemos hacer?” “P. Juan, sé que usted puede conseguir algunas donaciones en su tierra”, me mira y responde: “Dentro de unos días voy a viajar y voy a ver qué hago”. Desde ese momento mi corazón comenzó a latir diferente y con más alegría seguíamos trabajando.

Luego del viaje y ya de vuelta por Chiclayo, el P. Juan, me llama y me dice: “Hombre he conseguido unas donaciones, vea un terreno apropiado”. Ni corto, ni perezoso, me eché a buscarlo, pero antes le converso al Señor Francisco Pezo de la idea y juntos emprendíamos la gran misión. El Señor Francisco Pezo me sugiere que sea camino a Pimentel, fui a indagar y me encuentro con varios lotes de propiedad de la familia Zoeger, pensé que eran del Ing. Otto Zoeger Silva, sin embargo eran de uno de sus hermanos, lo busqué por mar y tierra hasta localizar y preguntar por el precio. Una vez localizado, solo tenía una hectárea, no importa dije e inmediatamente informé al P. Juan y se hizo la compra. El P. Juan pagó al cash, los primeros 10 mil metros cuadrados.

Días pasan y veo que era muy poco, pregunto de quién era el otro lote que se encontraba junto al que habíamos comprado, y nos encontramos con la sorpresa que era del Ing. Otto Zoeger Silva. Inmediatamente corro y le digo al P. Juan para ir a visitar al Ing. Otto Zoeger y sugerirle que nos done ese terreno y como el Ing. Zoeger había sido Presidente de los Scouts Peruanos, el año anterior, nos imaginamos que aún estaba con el cariño y la generosidad de seguir apoyando al escultismo como lo venía haciendo. P. Juan siempre atento a las necesidades de la niñez, fuimos a la visita y grande fue la respuesta como grande era el corazón del Ing. Otto Zoeger Silva; nos ofreció donarnos y pronto iba a revisar los documentos y comunicarnos.

No pasó mucho tiempo y la respuesta impresionante, se hacía realidad la donación de otra hectárea más de terreno. Es así como el escultismo lambayecano logró contar con ese terreno de veinte mil metros cuadrados que hoy, se pretende olvidarlo. Nadie ama, lo que no conoce.

César Orrego, El Director

Tomado de Logros y Metas Nº522

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