La Organizaión Internacional del Trabajo (OIT) es un organismo orientado a promover oportunidades de trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. Busca promover los justos derechos laborales, fomentar oportunidades de empleo dignas, mejorar la protección social y fortalecer el diálogo entre trabajadores, empleadores y gobierno.
Hace poco publicó el documento Trabajo decente y juventud - América Latina, como consecuencia de que la tematica del empleo juvenil sea una de sus prioridades en la Agenda Hemisféria presentada en el 2006 (por qué siempre escogerán nombres tan cósmicos para sus iniciativas... nunca lo sabré). Después de todo, no sé si se habrán enterado, pero resulta que estamos en la Década de la Promoción del Trabajo Decente. Yo recién me enteré ayer.
Para efectos de este documento, el término ¨juventud¨se aplica para personas que están entre los 15 y los 24 años, que es la definición que maneja la ONU en general (al otro lado de la cancha, según la Síntesis de la propuesta educativa de la OSI, la juventud va desde los 17/18 años hasta los 20/21 años... Caray nuevamente no sé a quién creerle: a las Naciones Unidas o a la OSI). Aquí en el Gráfico 1 podemos ver cómo en ese periodo no hay quiebres, sino que se da una evolución que fluye tranquilamente. En contra a la creencia de otros organismos sin alas de investigación, pero aún así con revolucionarias teorías acerca de novedosos cambios fantásticos que sufren los jóvenes alrededor del año 17 de su vida, como lo propone la OSI.
De hecho, en la página 57 explican que llegar a una definición de juventud para toda la región es imposible y que solamente cinco países latinoamericanos utilizan la definición internacional de la ONU. Quizás la OIT debería contratar los servicios de la OSI, que ha sido tan efectiva en imponer su definición de juventud en países como el nuestro.
Me parece chévere cómo en general todo el documento realza la idea de que la juventud es el futuro de la sociedad en distintos aspectos. Pero que ese futuro hay que cosecharlo. Hay que invertir (no solamente dinero, sino también esfuerzo y tiempo) en su formación y capacitación si es que queremos que se cumpla la esperanza generalizada en Latino América de que la nueva generación vivirá mejor que la anterior.
El diagnóstico del documento es que la juventud actual es más educada que la generación anterior y con mayores libertades. No obstante, el porcentaje de jóvenes que no confía en la institucionalidad es cada vez mayor. Y eso es peligoso para la gobernabilidad del país. Quizás ahí reside nuestra misión.
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